Caracas, 05 May. AVN.- La elección de un Papa sigue un protocolo preciso dentro del Vaticano, con normas que se han mantenido durante siglos.
El proceso se desarrolla en el Cónclave, donde los cardenales electores votan hasta alcanzar el consenso necesario para nombrar al nuevo líder de la Iglesia católica, explica el sitio de noticias de la Santa Sede, Vatican News.
¿Quiénes pueden votar?
Solo los cardenales menores de 80 años participan en la elección del Papa. En el actual cónclave hay 133 cardenales electores, y para elegir al próximo pontífice se requiere al menos dos tercios de los votos, es decir, 89 votos.
¿Dónde ocurre la elección?
La votación se realiza en la Capilla Sixtina, donde los cardenales se encierran hasta que se llegue a una decisión. Una vez que ingresan, las puertas son cerradas y el acceso queda restringido.
¿Cómo es la votación?
Cada cardenal recibe papeletas con la inscripción Eligo in Summum Pontificem y escribe el nombre del candidato que considera apto para ser Papa. Luego, sostienen sus papeletas en alto, pronuncian un juramento de honestidad y depositan el voto en una urna ubicada en el altar.
¿Cómo se cuentan los votos?
Tres escrutadores designados recogen y verifican los votos. Si el número de papeletas no coincide con el de los votantes, se anula la votación y se repite. Si todo está en orden, se lee cada voto en voz alta y se registra en un acta.
¿Cuántas votaciones se realizan?
Se llevan a cabo cuatro votaciones diarias, dos por la mañana y dos por la tarde. Si no se alcanza la mayoría requerida, se realizan pausas para la oración y el diálogo entre los cardenales. Si después de varias rondas no hay consenso, la elección se reduce a los dos candidatos con más votos, quienes ya no pueden votar.
¿Cómo se anuncia el resultado?
Tras cada votación, las papeletas son quemadas en una estufa de hierro fundido. Si el humo que sale por la chimenea es negro, significa que no hubo acuerdo. Si el humo es blanco, la Iglesia católica tiene un nuevo Papa.
¿Cuál es el primer acto del nuevo Papa?
Tras la elección, el Papa recién elegido es llevado a la Sala de las Lágrimas, donde viste por primera vez la túnica blanca. Luego, aparece en el balcón de la Basílica de San Pedro y pronuncia su primera bendición Urbi et Orbi, dirigida a la ciudad de Roma y al mundo entero.
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